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El ejercicio es uno de los tratamientos más importantes para el vértigo crónico o reincidente.
Escrito para Fitness por Ana Cecilia Becerril
El equilibrio es la capacidad para conservar la orientación del cuerpo y sus partes en relación con el espacio exterior. Depende del abastecimiento continuo de información visual, del oído interno (laberinto), de la propiocepción y de la integración del tallo cerebral y del cerebelo.
Los trastornos del equilibrio, resultan de enfermedades que afectan cualquiera de estas estructuras. Tales trastornos por lo general se presentan con uno de dos problemas clínicos: vértigo o ataxia.
El vértigo es la ilusión de movimiento del cuerpo o del medio ambiente, algunas veces se define en forma adicional como rotatoria o unidireccional. En consecuencia el vértigo no es solo “rotación” sino que puede presentarse, por ejemplo, como una sensación de tambaleo o caída hacia delante o atrás, o de un movimiento de la tierra (tipo temblor) debajo de los pies. Con frecuencia se acompaña de otros síntomas, como el impulso (sensación de que el cuerpo es arrojado o jalado en el espacio), oscilopsia (ilusión visual de movimiento hacia atrás y adelante), náuseas, vómito, diaforesis (sudoración fría) o ataxia en la marcha.
Ataxia se define como un movimiento no coordinado o torpe que no resulta por debilidad muscular. Es causada por trastornos vestibulares, cerebelosos o sensitivos (propioceptivos). La ataxia afecta el movimiento del ojo, el lenguaje, las extremidades por separado, el tronco o la marcha.
El vértigo debe distinguirse del “vahído”, que incluye sensaciones con frecuencia descritas por pacientes como “mareo”, “desmayo” o “aturdimiento” no relacionados con una ilusión de movimiento. En contraste con el vértigo, estas sensaciones son producidas por alteraciones que dañan el suministro de sangre, oxígeno o glucosa al cerebro, por ejemplo, estimulación excesiva del nervio vago, hipotensión ortostatica, arritmias cardiacas, isquemia del miocardio, hipoxia o hipoglucemia y pueden culminar en perdida del conocimiento (síncope).
Una vez que el vértigo se identifica como el problema, el primer paso en el diagnóstico es localizar el proceso patológico de las vías vestibulares periféricas o centrales. Las lesiones vestibulares periféricas afectan el laberinto del oído interno o la división vestibular del nervio auditivo. Las lesiones centrales afectan los núcleos vestibulares del tallo cerebral y sus conexiones. Rara vez, el vértigo es de origen cortical, en cuyo caso ocurre como un síntoma relacionado con convulsiones parciales complejas.
Ciertas características del vértigo y anormalidades que se le relacionan ayudan a distinguir las causas periféricas de las centrales.
El vértigo periférico, tiende a ocurrir de manera intermitente, dura periodos cortos y produce mayor angustia que el vértigo de origen central. El nistagmo (oscilación rítmica de los globos oculares), siempre se relaciona con el vértigo periférico; por lo general es unidireccional y nunca vertical. Las lesiones periféricas de manera habitual producen síntomas adicionales del oído interno o disfunción del nervio auditivo, es decir, perdida del oído y tinnitus.
Los síndromes de vértigo por lesiones periféricas son: hidropesía endolinfática (síndrome de Meniere), Laberintitos, neuronitas vestibular, vértigo traumático y vértigo de posición. Los síndromes de vértigo por lesiones centrales incluyen enfermedad vascular del tallo encefálico, malformaciones arteriovenosas, tumor del tallo encefálico y del cerebelo, esclerosis múltiple y migraña vertebro basilar.
La evolución del trastorno puede indicar su causa. El inicio repentino del desequilibrio ocurre con infartos y hemorragias en el tallo cerebral o cerebelo. El desequilibrio en episodios de inicio agudo indica ataques isquémicos transitorios en la distribución de la arteria basilar, vértigo benigno por la posición o la enfermedad de Meniere. El desequilibrio progresivo, crónico que se desarrolla de semanas a meses sugiere un trastorno tóxico o nutricional, por ejemplo deficiencia de vitamina B12 o vitamina E, hipotiroidismo, entre otros.
El tratamiento sintomático de los pacientes con vértigo es útil para disminuir la sensación anormal y aliviar síntomas vegetativos, como náuseas y vómitos. Los medicamentos de uso mas común son los antihistamínicos, anticolinérgicos e hipnóticos sedantes. Por lo general, es mejor administrarse de manera gradual y suspenderlos cuando se resuelvan los síntomas.
El reposo en cama puede reducir la gravedad del vértigo agudo. En el vértigo crónico o reincidente, uno de los tratamientos más importantes es el ejercicio. La actividad física estimula de manera importante la capacidad del sistema nervioso central para compensar disfunciones del laberinto y debe fomentarse una vez que se han resuelto las náuseas y los vómitos.